Otra semana
Pero sería muy injusto decir que en estos días sólo ha habido malas noticias o malos descubrimientos sobre las personas. No. La semana pasada estuvo llena de milagros. Por investigar un estacionamiento que lleva años en construcción conocí en una calle de Extremadura a la sobrina española de la actriz que por 23 años encarnó en México a Doña Cleotilde, la Bruja del 71 del Chavo del Ocho, Angelines Fernández. Ahora, por escribir esto, me entero que Angelines participó en la Guerra Civil Española del lado de los republicanos y que aunque vivió muchos años en México nunca lo hizo como refugiada. “Era hermana de mi padre. Murió en 1994, allá en México, y por eso nosotros siempre hemos querido mucho a los mexicanos”, me dijo la otra Angelines, la sobrina, que lleva “orgullosamente” el mismo nombre que su tía. También por esa investigación conocí a Ernesto y a Milagros, una pareja de octagenarios de Bilbao que escucharon por casualidad por qué estaba en su calle y no dudaron en ayudarme. Me enseñaron la gran hospitalidad española, me invitaron a su piso y sin empacho me enseñaron toda la documentación que los relacionaba con el estacionamiento que investigaba, y hasta me contaron el gran drama familiar que vivió Esperanza a finales del año pasado por una negligencia médica. “Si necesitas copias avísame y yo te las llevo a El País, nosotros encantados de ayudarte”, repetía y repetía Ernesto, tras sus lentes de aumento. En la nota sale citado como Emilio, por un gran gran error mío. Todavía me da pena.
Pero no fue sólo eso lo grande de la semana pasada. También una tragedia, la caída de una mujer invidente entre dos vagones del Metro, me permitió conocer cómo se puede viajar en ese transporte a ciegas, del brazo –literalmente– de una persona invidente, José Pedro, trabajador del área de prensa de la Organización Nacional de Ciegos Españoles, la ONCE, como le dicen acá. Carlos, el fotógrafo, y yo nos sorprendíamos de lo que Jorge Pedro nos iba diciendo. Y es que nunca pensamos de verdad si se puede viajar bien. Aquí en Madrid la conclusión de Jorge Pedro es que sí, pero yo no pude deslindar ese trabajo de México. ¿Por qué yo nunca he tenido la curiosidad de ver la señalización para ciegos en el Metro allá, si todos los días viajo en él y viajaré, espero, muchos años más? Ahora cada vez que subo una escalera en el Metro siento el piso, ¡lo juro!
Y bueno, aún hubo más. El miércoles estreché la mano de Lula, todavía presidente de Brasil, en el Presidente Intercontinental de Paseo de la Castellana. Todos los Balboas estábamos felices de conocer a un político que tiene nuestro respeto. De verdad inspira, o por lo menos a mí me inspira, que estoy acostumbrada a mediocridad, corrupción y egolatría en la clase política. Y en la tarde, por los preparativos de la final de la Champions en Madrid, anduve por el Retiro casi todo el día sintiendo el ambiente futbolero. Y por eso conocí a Zidane, que se jugó una cascarita con chavitos de las fuerzas básicas del Real Madrid, el Bayern y una selección de jugadores jóvenes asíaticos, de Japón y Corea del Sur, específicamente. Me llevé una sorpresa: ni es viejo, como de repente se ve en las fotos, ni es feo, como siempre creí. Y tiene ese halo de grandeza que no puede con él. Apenas si pude sacarle unas fotitos, es que estaba tan admirada con su halo que ni supe qué tanto hice mientras lo tuve al alcance de mi mano. De eso no salió nota, bueno, sí, pero no de Zidane, sino de un padre director de un colegio que entrevisté al día siguiente porque había tenido tratos con el Real Madrid para prestar las instalaciones de la escuela, junto al Bernabéu, a al UEFA. Bueno, no prestar, arrendar. Enterarme de boca de un padre cómo negocia el Club Real Madrid y la UEFA fue interesantísimo, la verdad. Además, hacer esa historia me hizo rondar el Bernabéu muchas horas, entre fanáticos italianos, alemanes y españoles que querían ya ya ya que fuera la final. Además, encontré un gran café, donde venden las mejores galletas que he probado en Madrid, a unos pasos del estadio. O a lo mejor era el hambre, como dice mi madre, pero el semáforo que me comí ahí es la gloria.
Los milagros del periodismo diario continuaron hoy, que me tocó cubrir una manifestación de policías locales exigiendo que no les recortaran el salario –algo que el Consejo de Ministros español aprobó, a petición de Zapatero, como medida anticrisis para todos los funcionarios públicos–y la aprobación de un plan de jubilación anticipada “como los de la Guardia Civil, o la Policía Nacional, o los bomberos, porque nosotros hacemos el mismo trabajo”, me decía Aurelio, un agente de tránsito de Asturias que vino a Madrid hoy, bueno, ayer, por lo tarde, sólo para marchar. Por desgracia no saldrá nota en el impreso, sí en la web, pero la experiencia de conocer policías formados, tranquilos, que pueden aspirar a retirarse dignamente, no tiene precio para alguien que viene del país que yo vengo y a la que le ha dado por escribir allá sobre las muertes de policías por el narco y la inseguridad.
Y ya por hoy. Falta mucho que contar, con los encantos de Palma de Mallorca, que visité este fin de semana, pero el sueño me gana. Lo importante es que esto de la escritura me ha servido, otra vez, para recordar que no todo es rosa, sí, pero muchas cosas sí lo son, y mejor pensar en eso que en lo otro…
Regalito para hoy
Corazón coraza
"Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no."
Mario Benedetti
(Uruguay, 1920-2009)
La mala educación
Lo siento por los tres seguidores que me leen y sus respectivas mentes morbosas que quieren saber con santo y seña lo que nos dijimos, en momentos de manera nada educada, pero no pondré aquí mis recuerdos detallados de la discusión. Esos quedan entre él y yo y aquellos que tuvieron que consolarme en la noche de más lágrimas del último año –dígase Miguelón y mi madre, osease los de siempre–. Sólo diré que fue una discusión hiriente, que me hizo repensar mi pseudo-futuro-seguro-y-prometedor en Reforma. Una “charla” dolorosa, que tiene partes que preferiría olvidar. Pero hay un momento que rescato, por lo valioso que ha sido para el después. Yo acababa de entrevistar a Leonel Godoy, gobernador de Michoacán, en un hotel de lujo de Polanco. Es el hombre que gobierna el estado que vio nacer al peculiar grupo delictivo La Familia, ya mundialmente conocido. No le pongo cartel porque es otra cosa, mucho más complicada. Entrevisté a Godoy porque casi seis meses antes el gobierno federal había detenido a 10 alcaldes municipales y una veintena de sus colaboradores por supuestamente estar involucrados con La Familia. A él ni le avisaron. El proceso judicial está lleno de irregularidades y algunos vieron en las detenciones claras intenciones políticas contra el gobernador, que no es del partido del Presidente, Acción Nacional, sino de izquierda, del PRD. Queríamos la posición de Godoy.
Esa noche le había entregado el texto que, siendo sincera, no tuve problemas en redactar. Pero lo hice con desgano, porque yo había propuesto ir a Michoacán y hacer las historias de primera mano, y no me dejaron. A cambio de eso, entrevista con el gobernador. Entre todos los reproches periodísticos que me hizo esa triste noche, de repente soltó “Y la entrevista con Godoy, muuuy mala entrevista. Mediocre. No dice nada nuevo”, “¡Cómo no va a decir nada nuevo! ¡Si es la primera vez que Godoy habla sobre su posición, sobre lo que piensa de las detenciones!”, “Sería el colmo que no dijera eso, ¡si la entrevista te la puso el director! Estabas frente al que gobierna Michoacán, al que tiene que lidiar todos los días con una organización religiosa, inédita, donde empezó la guerra contra el narco, con el hombre que nunca habla, ¡y a mí me dio flojera leerla!”. Guardé silencio. Lo que siguió está brumoso en mi cerebro. Sólo recuerdo que la conversación alcanzó tonos inesperados y yo terminé sola con mi botella de agua en la mesa. Obviamente mi primera reacción fue de negación total, de éste lo dijo porque estaba enojado, pero después tuve que aceptar que tenía razón. Horas después leí la entrevista, ya algo calmada, y acepté con toda sinceridad que era pésima, que había desaprovechado una oportunidad de oro con condiciones ideales para entrevistar a alguien clave del momento, que por mi coraje de no ir a Michoacán había hecho mal mi trabajo. Y no es ni la única ni la última vez.
Tras un correo largo de medianoche, al día siguiente volvimos a hablar. Él sentía la necesidad de enmendar las cosas. Yo no quería, no ese día, estaba débil y con los ojos de pasa por la hinchazón. Se disculpó de lo que tenía que disculparse, pero sobre la entrevista fue firme. “Es que te falta madurez periodística, y eso sólo lo vas a adquirir trabajando todos los días. Tu desarrollo periodístico no ha sido como debiera haber sido, y tendrás que cubrir tú sola lo que te faltó. Yo haré lo posible por darte mi experiencia”, me dijo en un tono comprensivo, no sólo de jefe o formador, sino de amigo.
Este episodio lo escribo ahora porque lo he tenido muy presente últimamente, pues en algunos debates con profesores del programa y con los colegas latinoamericanos hemos discutido, desde varias aristas, lo poco que nos ayuda la escuela formal en esto del periodismo y, personalmente, he pensado mucho en mi formación, en toooodo lo que me falta. Sobra decir que han sido enriquecedoras y reveladoras charlas. No es que sienta que descubrí el hilo negro, pero ya entendí que los grandes debates, si no haces un esfuerzo por masticarlos, digerirlos y entenderlos, no te sirven de nada. Están ahí como de adorno, nunca te haces consciente, y yo he tratado estos tres meses de no andar de inconsciente en esto especial que estoy viviendo. Hoy, que estuve muchas horas malamente desganada en la redacción, con la cabeza hueca, en una sección acéfala que ha sufrido los últimos días algo de descoordinación, encontré otro pretexto para escribir sobre esto. Hoy, que me sentí totalmente inútil, surfeando en la red, me encontré con una Carta a un joven periodista. No la de Juan Luis Cebrían, no. Ésa también hay que leerla, y al principio de la carrera, no como yo, que la leí un año después de terminar cuando trabajaba en el sótano de Reforma para recordar mis intereses periodísticos y no renunciar. No. La Carta que yo encontré hoy y que me recordó esa noche de diciembre fue escrita por Walt Harrington, importantísimo periodista estadounidense que fue por 15 años parte del staff del Washington Post y es referencia obligada para el periodismo de lo cotidiano entre los gringos. Hasta hace un par de horas yo ni sabía de su existencia, porque mi formación periodística está TOTALMENTE INCOMPLETA, a pesar de haber estudiado con muchos buenos profesores cuatro años y medio en una universidad decente –pagar una fortuna– y seguir quesque leyendo de vez en cuando algo relacionado con la profesión. No postearé aquí toda la Carta, por favor leer aquí, no tiene desperdicio. Sólo recupero una parte, la que más me gustó, la que, según yo, los jóvenes que nos preocupamos por esto no deberíamos olvidar.
Me hubiera gustado conocer antes esto, pero no me lo topé, y leerlo me recordó esa noche de diciembre, y los buenos consejos que han venido después. Tras este día de aparente ocio ya tengo más tareas: devorar todo sobre Harrington (se aceptan regalitos Amazon para la Navidad), seguir leyendo sobre estas cosas y dejar la cómoda ociosidad en la que me encuentro ahorita y publicar. Por lo pronto para el lunes ya tengo un aparcamiento y, esta noche, un cumple a la brasileña…
PD. Para los preocupados por la pelea Google y los medios tradicionales, les comparto otro descubrimiento de hoy. El texto tiene la peculiaridad de haber sido escrito por James Fallows, periodista veterano, redactor de los discursos de Jimmy Carter y ex colaborador de Microsoft, un periodista insider, pues, algo raro, y su poder para hablar de Google desde Google se nota en el texto. Eso sí, es larguito.
Mojacar
Pausa
De maestrías
Primeros Ortega y Gasset
Sobra decir que desde la mitad mis ojos eran agua, que me dolió la realidad que ella relataba como hace ya rato no sentía, y que me daba orgullo que esa mujer española de 37 años, de cabello largo con gafas de pasta bicolor hubiera emprendido su proyecto en solitario, sin nada detrás, sin red de seguridad, como los equilibristas más osados. También me sentí sola con ella en ese foro lleno en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, al que pude entrar gracias a la suerte, a un regalo. ¡Qué bueno que la gran mayoría de los importantes invitados no podía ni imaginarse de lo que Judith hablaba! ¡Qué bueno que les es ajena la realidad que ha visto en los últimos seis años en África José Cendón, el desfachatado fotógrafo galardonado por su serie de imágenes Somalia, el fin del mundo! ¡Qué bueno que los fenómenos de inimaginable falta de humanidad que vivimos en algunos países no han tocado todos los territorios de la Tierra ni han marcado todas las mentes! Me sentí más sola todavía cuando pensé que los galardonados estrella eran los de casa, de El País, por el Caso Gürtell, por haber desmarañado la trama de corrupción más importante de la España democrática, y que pudieron darle nombre y apellido a los responsables, algo que no sé si veré en mi México algún día. Para ese futuro incierto trabajo todos los días. Qué bueno todo eso, porque es muy jodido que la grandeza de tu trabajo consista en reconstruir los pedazos desgarrados de lo que ves, de los lugares que ves, de la gente que ves, ¿o los dulces premios quitan aunque sea un día lo agrio de la boca?Hola. Muchísimas gracias a todos por este premio. Este premio va dedicado a los 10,000 niños huérfanos de la llamada guerra contra el narcotráfico que ha dejado a estos niños no solamente huérfanos de sus padres, también de las autoridades mexicanas, que si no hacen nada se van a convertir en los sicarios del futuro,
que ahora cortan las cabezas en Ciudad Juárez.Este premio va dedicado a mi querida Ciudad Juárez, donde sobrevivir cada día es un reto, entre edificios tiroteados, entre casas abandonadas. Va para mi querida Ciudad Juárez. Les agradezco muchísimo a ustedes por otorgarme este premio. Cuando yo recibí esta noticia, soy una periodista freelancer, me quedaba dinero para dos semanas, para seguir comiendo. Parte de este premio va a ser para seguir sobreviviendo haciendo este blog, que lo hago gratis, es completamente independiente, no está en ningún medio de información. Pero parte de este premio va a ser para fundar el primer proyecto que ayude a los niños huérfanos de esta llamada guerra contra el narcotráfico.
Voy a donar este dinero a Casa Amiga. Casa Amiga es un proyecto que nació en el 99 (casi llanto, muchos aplausos) para dar la voz, o intentar dar la voz a las mujeres a las que se les arrebataba la voz, a las mujeres que desaparecían en Ciudad Juárez. Fue creado por Esther Chávez Cano, que este 25 de diciembre nos dejó, y está en su universo, supongo que abrazándome este día. Por ti, Esther, por todo Ciudad Juárez, por Casa Amiga y por los niños huérfanos, por Ciudad Juárez y por ustedes, por estar acompañándome en este día tan importante para mí. Gracias”.
Después de Judith y José y El País vino Jean Daniel y Cebrián y los periodistas sin periódico y el embate de internet y mis dudas, pero esas cavilaciones las cuento después. Días y días de no dormir hacen que las cabezas exploten.