Nueva regla
Estoy leyendo un libro que alguien, lejos, necesita. Lo sé. Porque dice eso justo que lo hará no sentirse en total soledad, porque explica lo que le pasa con las palabras precisas, en frases inteligentes y comprensivas. Todo el fin de semana busqué la forma de enviárselo rápido y baratamente, para que lo tuviera ya y no siguiera necesitándolo, para que ya no gritara más auxilio. Hasta que volví a saber de su existencia y me convencí. Puedo regalar libros a todos, a amigos, enemigos, amores, desamores, presentes y olvidados, pero nunca, nunca, a los que ya me decepcionaron. ¿Para qué aventar sabiduría a un pozo oscuro, sin fondo? La respuesta es simple, para qué. Que el pozo siga sin luz, al fin que ya tengo linternas.
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