
El sábado Viole nos llevó a Zamu y a mí a un temazcal, muy cerca de mi casa, por El Rosario. Nunca había ido a uno porque simplemente no se me antojaba. Me imaginaba que era una especie de gran olla exprés en la que los humanos podíamos hervir a fuego lento. Pero fueron tantas las voces que me decían que me iba a relajar, que la tensión en mi espalda por el trabajo iba a desaparecer después del calorcito, que no había cosa más relajante y mil argumentos más que terminé por ir.
Nunca he sido de las personas a las que les gusta nadar en aguas termales, ni a las que les encante bañarse con agua para hervir pollos, no, huyo de eso siempre, pero decidí darme la oportunidad de conocer algo distinto, y ahí estaba el sábado, sin desayunar, sin saber qué pensar, con algo de nervios.
La verdad es que mi impresión sobre las ollas exprés se reforzó. Entramos al mini-iglú (como el de la foto de arriba, pero no tan fresa), forrado de plástico negro para evitar escapes de vapor, a eso de las 11 de la mañana, en shorts y playera, nada más. La verdad es que no vi el reloj, pero yo calculo que fue a esa hora. Nos sentamos en la tierra en círculo, esperando que en el centro llegaran "las abuelitas", las piedras candentes. Aparte de Zamu, Viole y yo, entraron otras seis personas para mí desconocidas, de las que poco a poco fui conociendo sus más íntimos secretos, conforme la temperatura aumentaba. Porque después entiendes que la sinceridad de las personas es directamente proporcional al incremento en grados centígrados dentro del temazcal.
Luego comenzó la primera etapa, de cuatro, con cinco piedras en el centro del iglú. Ésa estuvo leve, apenas si sentía calor. En la segunda eran 10 piedras, con calor soportable perfectamente. Fue hasta la tercera etapa, la de Huitzilipochtli, con 15 piedras más o menos, cuando comenzó el verdadero infierno. Los instructores, Jesús e Israel, nos explicaron que era la etapa de la voluntad, en la que nosotros, los guerreros, teníamos que demostrar que podíamos dar más de lo que creíamos poder dar. Y así fue: en un calor infernal cantamos, danzamos, no sé qué tanto hicimos. Yo ya no me podía mantener sentada, de plano buscaba tirada en la tierra algo de aire fresco, porque si me sentaba sentía que mi piel ardía. Espantoso. Empecé a sufrir. La cuarta, con más de 20 piedras calientes en el centro, fue la peor. El calor era tal que sentía que me iba a desmayar, de plano. Estaba a punto de mandar todo al carajo y de decirles a Jesús e Israel que no era una guerrera de las que ellos hablaban, que mi fuerza de voluntad no había sido tocada ni por Quetzalcóatl ni por Huitzilopochtli ni por nadie, que no existía, y que yo no le debía nada a las abuelitas piedras, que no me interesaban las reflexiones de los demás (porque a cada rato ofrendábamos nuestra palabra a las abuelitas piedras). Pero aguanté. No sé cómo, pero lo hice.
Salimos del mini-iglú a las 4:30. ¡¡Cinco horas adentro!! Por eso todos sentíamos que nos íbamos a morir quemados. No sé si alguien ha tenido una primera impresión así del temazcal, pero espero que no. Salimos hinchados de la cara, deshidratados a más no poder. Lo que más o menos nos revivió fue la bañada de agua fría que recibimos hincados, casi con sumisión, después del gran acontecimiento. Y sí salí relajada, y exhausta, y con un hambre que era más grande que todo mi estómago.
Después, tras pensar en lo vivido, debo decir que mi balance es más equilibrado. Al temazcal debe de tenérsele respeto, porque representaba todo un rito de purificación. No es como lo pintan en los grandes y lujosos spas, no es "vaporcito" y ya, como dicen Israel y Jesús, es un ejercicio de gran disciplina y serenidad, porque eres un guerrero, y si no sabes controlar eso, porque te cuesta, entonces a pocas cosas importantes podrás aspirar.
Yo le ofrendé a las abuelitas mis miedos y corajes, como todos los demás. Ahí se quedó mi cansancio y comprendí mejor que sin sacar tus ojos de ti para verte es imposible que cambies lo que eres hoy, con o sin temazcal. Aprendí también que casi no tomo agua y que debo tenerle mucho más respeto al fuego.
Tengo que agradecerle a Violetita este duro conocimiento, siempre.

Nunca he sido de las personas a las que les gusta nadar en aguas termales, ni a las que les encante bañarse con agua para hervir pollos, no, huyo de eso siempre, pero decidí darme la oportunidad de conocer algo distinto, y ahí estaba el sábado, sin desayunar, sin saber qué pensar, con algo de nervios.
La verdad es que mi impresión sobre las ollas exprés se reforzó. Entramos al mini-iglú (como el de la foto de arriba, pero no tan fresa), forrado de plástico negro para evitar escapes de vapor, a eso de las 11 de la mañana, en shorts y playera, nada más. La verdad es que no vi el reloj, pero yo calculo que fue a esa hora. Nos sentamos en la tierra en círculo, esperando que en el centro llegaran "las abuelitas", las piedras candentes. Aparte de Zamu, Viole y yo, entraron otras seis personas para mí desconocidas, de las que poco a poco fui conociendo sus más íntimos secretos, conforme la temperatura aumentaba. Porque después entiendes que la sinceridad de las personas es directamente proporcional al incremento en grados centígrados dentro del temazcal.
Luego comenzó la primera etapa, de cuatro, con cinco piedras en el centro del iglú. Ésa estuvo leve, apenas si sentía calor. En la segunda eran 10 piedras, con calor soportable perfectamente. Fue hasta la tercera etapa, la de Huitzilipochtli, con 15 piedras más o menos, cuando comenzó el verdadero infierno. Los instructores, Jesús e Israel, nos explicaron que era la etapa de la voluntad, en la que nosotros, los guerreros, teníamos que demostrar que podíamos dar más de lo que creíamos poder dar. Y así fue: en un calor infernal cantamos, danzamos, no sé qué tanto hicimos. Yo ya no me podía mantener sentada, de plano buscaba tirada en la tierra algo de aire fresco, porque si me sentaba sentía que mi piel ardía. Espantoso. Empecé a sufrir. La cuarta, con más de 20 piedras calientes en el centro, fue la peor. El calor era tal que sentía que me iba a desmayar, de plano. Estaba a punto de mandar todo al carajo y de decirles a Jesús e Israel que no era una guerrera de las que ellos hablaban, que mi fuerza de voluntad no había sido tocada ni por Quetzalcóatl ni por Huitzilopochtli ni por nadie, que no existía, y que yo no le debía nada a las abuelitas piedras, que no me interesaban las reflexiones de los demás (porque a cada rato ofrendábamos nuestra palabra a las abuelitas piedras). Pero aguanté. No sé cómo, pero lo hice.
Salimos del mini-iglú a las 4:30. ¡¡Cinco horas adentro!! Por eso todos sentíamos que nos íbamos a morir quemados. No sé si alguien ha tenido una primera impresión así del temazcal, pero espero que no. Salimos hinchados de la cara, deshidratados a más no poder. Lo que más o menos nos revivió fue la bañada de agua fría que recibimos hincados, casi con sumisión, después del gran acontecimiento. Y sí salí relajada, y exhausta, y con un hambre que era más grande que todo mi estómago.
Después, tras pensar en lo vivido, debo decir que mi balance es más equilibrado. Al temazcal debe de tenérsele respeto, porque representaba todo un rito de purificación. No es como lo pintan en los grandes y lujosos spas, no es "vaporcito" y ya, como dicen Israel y Jesús, es un ejercicio de gran disciplina y serenidad, porque eres un guerrero, y si no sabes controlar eso, porque te cuesta, entonces a pocas cosas importantes podrás aspirar.
Yo le ofrendé a las abuelitas mis miedos y corajes, como todos los demás. Ahí se quedó mi cansancio y comprendí mejor que sin sacar tus ojos de ti para verte es imposible que cambies lo que eres hoy, con o sin temazcal. Aprendí también que casi no tomo agua y que debo tenerle mucho más respeto al fuego.
Tengo que agradecerle a Violetita este duro conocimiento, siempre.

JEX
Muy interesante tu experiencia dentro del temazcal, yo los conozco desde niño, cuando mis abuelos en Toluca, nos metían a toda la familia como Dios nostrajo al mundo, era muy agradable, con el paso de los años he vuelto a retomarlo, pero el inconveniene es que no hay muchos espacios donde lo pueda tomar y los que conozco están lejos de donde vivo. Pero el que mencionas por el norte de la ciudad me queda accesible la distancia, ¿serías tan amable de darme la dirección? o el teléfono.
Yo tengo algunas experiencias al haber entrada a los temazcales, algunas graciosas, otras no tanto, me dió gusto saludarte y espero me digas donde se encuentra el temazcal, muchas gracias de antemano.
Ruben
rloyolas@yahoo.com.mx
Anónimo
22 de agosto de 2011, 16:42