Creer
Ella primero reconstruyó en la mente su cara, sus ojos seguros, sinceros, su cabello perfecto y su voz, esa voz... No, la verdad es que primero reconstruyó la caminata en el autódromo, una tarde de primavera, cuando ninguno de los dos sabía siquiera que ese día sería un inicio, el inicio, y a ambos les caía en gracia la tuzudez de ella y el control de la situación de él. ¿Cómo iba a saber ella de los caprichos del destino? Porque esa mujer no creía en nada, ni en destinos ni en milagros... hasta que los vio, o los escuchó a oscuras, en las madrugadas, largos discursos que en el fondo le siguen cambiando el mundo aunque siempre se resista. ¿Cómo iba a saber que ese recoveco en el hombro de él era para ella? ¿Y las tramas en la pantalla? ¿Y los trayectos por la ciudad con puro cielo en la cabeza? ¿Y los panes de nutella y los capuchimokas y ese espacio en la cama y ese nuevo hogar? ¿Cómo iba a imaginarse lo que le esperaba? Hay dolores que resolver, sí, pero no hay miedo ya... Ella ni siquiera sospechó la vida que le llegaba en ese hombre alto y fuerte, desconocido, tosco, inteligentísimo, que rompió con sus atavismos y al que extraña las noches lluviosas de domingo, al que quisiera ayudarle con su nostalgia aunque sea tantito. Porque hay mucho amor... Primero ella reconstruyó con ternura la insólita caminata en el autódromo, luego todo lo demás, y decidió escribirle agradecida por coincidir, por regalarle paz y hacerla creer, creer en él...
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