Hay una vena en mi frente. No se quita. Apareció justo cuando mi cabeza se volvió tambor. Y frente al espejo, abatida, deshecha, muerta, me puse a espiarla. Vena, luego ojo, luego lágrima. Vena, ojo, lágrima. Vena, ojo, mocos, lágrima. Vena. Vena. Vena, explota ya. Vena, quítate. Vena, ya se me acabó el tiempo. Afuera hay luz, hay vida, algo necesitan allá afuera, y tú estorbas. No, explota ya. Mejor. Y que el cuarto se llene de sangre negra, una sangre negra tan viscosa como el chapopote, que inunde todo. Porque inhalo y el dolor baja, pero si exhalo regresa. Estorba el pelo, estorba la luz, estorba todo. Vena, quítate. ¿No ves que ya no hay tiempo ni para sufrir? Alguien pide algo afuera. Quítate. Para qué mientes. Lo que quieres es que explote ya, que explote, que explote. No importan los caminos gloriosos, llenos de dignidad. Sólo importa espiar la cabeza. La vena. Todo lleno de oscuridad por dentro. La vena. Acéptalo. Lo que quieres es que explote. Deja de fingir. La valentía no existe hoy. Vena, por favor, explota.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)