Yo lo que necesito...
Es un maestro, alguien que sepa más que todos, que nunca me hable de política, que esté aquí pero que también esté en otro lado, siempre, que conozca todos los tugurios de esta ciudad y todos los cafés y todos los lugares luminosos... Y que se escape conmigo en horas hábiles... Eso necesito. Eso quiero.
...así viva feliz sentada sobre el triunfo...
Carta del suicida
Juro que esta mujer me ha partido los sesos.
Porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.
Gonzalo Rojas
Juro que esta mujer me ha partido los sesos.
Porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.
Gonzalo Rojas
Desconocidos
"Usted tiene que entender algo, señorita. Nada ni nadie la va a salvar. Ni sus omóplatos todos bronceaditos ni sus ojeras que le encanta presumir casi como si fueran cicatrices de guerra. ¿Cuáles cicatrices, si usted ni siquiera se ha animado a luchar? Déjese de compadecer a sí misma, señorita. Si lo que quiere es salirse de este mundo pues sálgase, sólo se lo impide usted. O si de plano siente que el presente no le sirve para tanto escápese con el chico este, aunque sea unos días, relájese y regrese con la mente en blanco, como si se hubiera ido una vida, como si no conociera a los que se supone conoce. No sé si ande usted dispuesta a darse oportunidades aquí, pero si no invente algo, reinvéntese, porque si eso que trae adentro se apaga se llenará de rencor hacia sí misma y estará bloqueada de por vida. Si usted es tan joven...".
...
Nos preguntamos dónde nos gustaría estar. Tú dices 20 lugares, casi todos en frío, montañas, cimas, eso que tanto te gusta. Yo te hablo de una imagen real, de un amanecer en un avión, un cielo rojo, los Montes Atlas a las seis de la mañana. Omito mencionarte al fotógrafo. Y hay otro lugar. 4 am tomando un tren para alcanzar otro avión. El amanecer otra vez...
Crisis de los domingos
Era el único de mi sector que llegaba a trabajar siempre igual. Siempre presuroso, siempre sonriente, siempre algo ansioso. Era el que más preguntaba de toda la sección de Internacional, a quien fuera, porque tenía dudas de tal régimen político, de tal corresponsal, de tal cabeza. En México sabían que me había llamado la atención porque le encontraba cierto parecido con un ex novio, y ya. Claro, con un par de décadas más. Y a veces no podía dejar de observarlo, porque estaba capturado por el monitor, porque tenía algo de apasionado, de perdido por su trabajo que me daban ganas de dejar lo que estaba haciendo e ir corriendo a ver su pantalla. ¿Qué leía con esa atención? ¿Quién se había muerto? ¿Qué nueva crisis de misiles estaba leyendo? A él sí se le iba la vida en cada nota, o por lo menos eso me pareció. Es que ninguno de sus compañeros guardaba esa avidez para editar... Hablamos largo sólo una vez. Me contó que cuando era corresponsal en México había vivido en la colonia Roma, muy cerca de Casa Lamm. Calificó a mi país como un lugar increíble, pero corrupto hasta la médula. Que a él le había tocado la muerte de Colosio, que ojalá el narcotráfico no nos deshiciera... De repente escuchaba alguna de sus anécdotas como corresponsal en Israel, y pensaba qué monstruo ese ése... Hoy que leí en el papel una de sus tantas notas desde Libia lo recordé, y se me apareció la nostalgia... Y regresaron las ganas de salir corriendo... Adonde sea...
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