A veces...

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Ni siquiera puedes explicar por qué pasa, sólo lo sientes, de repente. Encuentras a las personas y con algunas, con contadas almas, una, dos, tres, poquísimas, sientes un clic, algo que ahí está aunque tengas la sangre fría. Y cuando a esa persona la ves a los ojos sabes que también sabe lo que tú sabes, y lo sientes igual, aunque a veces se tarde años en aceptarlo, como tú.

Hasta ahí todo es normal, muy normal. Pero con algunas personas todo es difícil, imposible, y te entran ganas de cambiar al mundo y ponerlo al revés con tal de que tu egoísta deseo se haga realidad. Y no te queda de otra más que decirlo, casi gritarlo, y que el mundo se vaya al carajo. Aunque sea por una noche, por unos minutos. Y es que si no lo dices no serás feliz nunca.

La verdadera filosofía

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El hombre atrás de mí le propone galantemente a la mesera que se casen. Se ve que se conocen de antes. Ella espeta: "No, licenciado, yo nunca me voy a casar. Ésa es una estupidez! Cuántas estupideces ha inventado esta sociedad". Él no contesta, no sabe qué decir.

Sigo sin terminarme mi café, lo saboreo.

Agradecimiento

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Hoy salí de mi clase de italiano feliz. Aprendí que Perugia es el lugar de los chocolates en Italia y que los verbos reflexivos son interesantísimos.

Dejé el Palacio de la Autonomía, caminé hasta Moneda y de ahí a la Catedral. De repente lo vi. Estaba inmovil, parado casi en la entrada del metro, a unos metros de la puerta oriental de la iglesia. Ni siquiera quiso entrar al patio, no cruzó la reja. Traía una camisa blanca vieja, de esas que de tanto uso se han vuelto casi transparentes. Cargaba dos grandes bolsas "de mandado" llenas de bolsas más pequeñas hechas con palma, como las que compraba mi mamá cuando salía con mi papá a cualquier lado. Luego luego me recordó al de las canastitas de Traven que me hizo conocer mi papá. No vi sus zapatos. De repente, se quitó el sombrero negro, sucio, que traía puesto, reverencialmente, y empezó a rezar, sin hincarse ni nada ni dejar su carga de todos los días, sólo se puso a hablar con Dios. No sé qué le dijo, nadie lo sabrá, pero quiero pensar que agradecía lo que tenía y pedía por tiempos mejores, porque aquí él sólo puede pedirle a Dios Así es este país. Los dos policías federales que franqueaban la reja, y que observaban la escena de frente, a menos de dos metros del orador, sólo bajaron la mirada, como yo, tristes.

Me hubiera gustado contemplar la escena, pero me dio pena detenerme, y seguí de largo, rumbo a 5 de mayo. Cuando casi cruzaba la calle volteé de reojo, el orador ya caminaba unos metros detrás de mí. Caminé y casi inmediatamente llegué a El Popular. Entré. La mesera me trajo fruta, después huevos y luego el café, que todavía no me termino. Cuando me senté y pedí la comida agradecí, algo que no hacía en años.

Pero no le agradecí a Dios, aclaro.

La pregunta tuitera/A Gerardo Fernández Noroña

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@jexjex Qué piensas de las "nuevas movilizaciones sociales"? Protestar por impuestos con el Twitter o con conciertos? Ves cambios?

@fernandeznorona Ser creativo ayuda, pero se necesitan medidas más contundentes. No descalifico, TODO suma, saludos.

*****

Contestó rapidísimo. Bravo!

En la oficina

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Ayer llegué a trabajar a las 11:30 am. A unos metros de la entrada del periódico, justo a un lado del lugar donde a veces compro mi desayuno, estaba un hombre sentado en el piso, mugroso, con zapatos pero sin calcetines. Tenía canas en la cabeza y en la barba. Le calculé unos 60, 70 años. Hurgaba muy interesado en el interior de una bolsa de plástico gris, casi vacía; pensé que ahí tenía sus cosas de valor. Hacía frío. Seguí mi camino.

Salí del periódico a las 8:30 pm, tras escribir una nota sobre el Twitter y los políticos y todas esas cosas que los de los medios creemos que son importantes. El señor seguía ahí, sentado en el piso, casi como cuando llegué. Justo cuando yo pasaba él acomodaba su bolsa casi vacía como almohada y se acostaba en el piso, en el vil piso, para dormir. Al mismo tiempo exhalaba una queja, un sonido gutural. En ese momento pensé que quizá tenía la mente enferma, que había perdido su casa y que no sabía dónde estaba. Pero seguí caminando. Hacía más frío. Bajé al metro, entré con mi tarjeta y me fui.

Ya en el vagón me di coraje, porque pasé como si no hubiera pasado. Luego me entró otra vez el coraje hacia los de siempre, hacia todos. Lo soñé.

Hoy que llegué a las 10 am a la oficina, el señor ya no estaba.

La calaverita que me dedicó Mac. ¡Me encantó!

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Jésica estaba preocupada
pensando en un reportaje,
tenía la cabeza agachada
y pedía a gritos un masaje.

Se distrajo mirando el beisbol
cuando la Muerte la sorprendió:
"Jex, tú ya no podrás ver al Sol,
pues supe que René te reprendió".

"Ni creas que me vas a llevar
a un panteón o tienda de campaña",
dijo Jésica segura y sin temblar.
"¡Tendrás que buscarme hasta España!".